
Las personas que son posesivas no pueden confiar en su entorno, sin embargo no es por propia decisión sino que se sienten constantemente amenazados ante la idea de que su pareja va a dejarlos por otra persona. Aunque quizás esto sea meramente un fantasma que ronde en sus cabezas, y que en realidad su pareja no tenga intención alguna de dejarlos ni esté interesado en mantener ningún tipo de relación con nadie más, para el posesivo, esto no es fácil de comprender.
Este tipo de relaciones, a medida que la relación y la desconfianza avanzan, se van convirtiendo en algo así cómo una montaña rusa, llena de altibajos, ya que cuando la persona posesiva siente que el objeto de su control (su pareja) responde a sus reclamos como él espera, se disfruta de una relación calma y pasional, pero cuando el posesivo en cambio, siente que su pareja está escapando de su control, comienzan las peleas, los reproches, las extorsiones sentimentales donde casi siempre la pareja termina cediendo en favor del posesivo como modo de apaciguar las aguas.
Las relaciones posesivas si no terminan porque el sumiso se siente ahogado y llega al punto del hartazgo, se convierten en relaciones enfermizas. Al posesivo no le interesa si su pareja le da o no motivos para sentirse inseguro, el posesivo necesita controlar todo lo que ocurre a su alrededor, y muchas veces, no son capaces de darse cuenta de que por obligar a alguien a comportarse de tal o cual manera, esta persona no los amará más.
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