
El profesor se inclinó hacia su esposa y le susurró, “Espero que se nos venga para acá.”
Pero el hombre de cabello blanco sí fue para su mesa.
— ¿De dónde vienen, señores?, preguntó con voz amistosa.
—Oklahoma, ellos respondieron.
—Bueno tenerlos aquí en Tennessee, dijo el extraño, ¿en qué trabaja?
—Enseño en un seminario, replicó.
—Oh, así que Usted le enseña a los predicadores cómo predicar, ¿no es verdad? Bien, tengo una historia verdaderamente buena para Ustedes.
Y con eso, el caballero acercó una silla y se sentó a la mesa con la pareja. El profesor refunfuñó y pensó para sí mismo, "Fenomenal. Justo lo que necesitaba ... ¡otra historia de predicador!"
El hombre empezó:
— ¿Ven esa montaña allá? (Señaló a la ventana del restaurante). No distante de la base de esa montaña había nacido un muchacho de una madre soltera. Tuvo dificultades en su crecimiento porque a cada lugar que iba siempre le hacían la misma pregunta, “Hola muchacho, ¿Quién es su papá?” Si estaba en la escuela, en la tienda de comestibles o en la droguería, la gente le hacía la misma pregunta, “¿Quién es tu papá?”
Se escondía de los otros estudiantes en el recreo y a la hora del almuerzo. Evitaba ir a las tiendas porque esa pregunta le hería muy fuerte.
Cuando se acercó a los doce años de edad un nuevo predicador llegó a su iglesia,pero él se escondia de la gente y salia rapido para que no le vieran.
Un día el nuevo predicador dio la bendición tan rápido que el joven quedó atrapado y tuvo que salir con la multitud. Casi al tiempo que llegaba a la puerta trasera el nuevo predicador, sin saber nada acerca de él, puso su mano en su hombro y le preguntó, “Hijo, ¿quién es tu papa?”
¡Toda la iglesia hizo un silencio de muerte! Él podía sentir cada uno de los ojos en la iglesia que lo miraba. Ahora todos finalmente sabrían la respuesta a la pregunta, “¿Quién es su papá?”,este nuevo predicador, no obstante, sintió la situación alrededor suyo y usando el discernimiento que sólo el Espíritu Santo puede dar, dijo lo siguiente a ese muchachito asustado:
—"¡Espera un momento! ¡Sé quién eres! Veo la semejanza familiar ahora. Eres un hijo de Dios." Con eso le dio unas palmaditas en su hombro y dijo: “Muchacho, has tenido una gran herencia. Ve y reclámala.”
—Con eso el muchacho sonrió por primera vez en largo tiempo y salió por la puerta de la iglesia como una persona cambiada. No era de nuevo el mismo. Siempre que alguno le preguntara, “¿Quién es su papá?”, solamente le respondería, “Soy un Hijo de Dios.‘‘
El caballero distinguido se levantó de la mesa y dijo,
—¿No es una gran historia?
El profesor respondió que realmente ¡era una gran historia!
En cuanto el hombre se levantó para salir, dijo,
—Saben, si ese nuevo predicador no me hubiera dicho que yo era uno de los hijos de Dios, ¡probablemente nunca habría llegado a ser alguien! Y se alejó.
El profesor del seminario y su esposa estaban atónitos. Él llamó a la camarera y le preguntó,
— ¿Sabe quién era ese hombre, el que justo salió que estaba sentado a nuestra mesa?'
La camarera sonrió de oreja a oreja y dijo:
—Por supuesto. Todos aquí lo conocen. Es Ben Hooper. ¡Es el anterior gobernador de Tennessee!.
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