Mira sus ojos,sus manos,mira y recuerda sus lagrimas porque en ellas solo hay dolor y hambre. En un minuto, el tiempo que, más o menos, puede tardar usted en lavarse las manos, mueren en en el mundo 10 niños menores de cinco años por causa del hambre: más de cinco millones de niños al año.
Pero la realidad todavía es más terrorífica sino tenemos en cuenta que cuatro millones de recién nacidos mueren en su primer mes de vida, 500.000 mujeres fallecen al año al dar a luz, el 82% de niños no reciben antibióticos y dos millones de menores de 14 años tienen Sida, 600 millones de niños en el mundo son víctimas de la pobreza, 100 millones viven en la calle, 150 millones de niñas y 73 millones de menores de 18 años son explotados sexualmente cada año y 1,8 millones han caído en el comercio sexual.
Y periódicamente vemos y sufrimos campañas de sensibilización por parte de políticos y organismos mundiales ¿no deberían ser ellos primeramente los que se sensibilizaran de la magnitud del problema? Para que posteriormente les interesara solucionarlo, o por lo menos intentarlo, si es que no sacan beneficio con su existencia.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos promulgada en 1948 después de la Segunda Guerra Mundial es clara y reza que es necesario que el hambre y la malnutrición sean eliminados del mundo pues todas las personas tienen derecho (artículo 25) a una buena nutrición como condición sine qua non para un desarrollo pleno físico y mental.
En el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 se reconoce en su artículo 11, párrafo 2, “el derecho fundamental de toda persona a estar protegida contra el hambre”.
En el año 1992, la Declaración Mundial sobre Nutrición reconocía también que “el acceso a una alimentación nutricionalmente adecuada y sana es un derecho universal”.
La misma Declaración Mundial sobre Nutrición, en 1992 afirmaba: “El hambre y la malnutrición son inaceptables en un mundo que posee a la vez los conocimientos y los recursos necesarios para acabar con esta catástrofe humana. Reconocemos que mundialmente hay alimentos suficientes para todos y…nos comprometemos a actuar solidariamente para lograr que la liberación del hambre llegue a ser una realidad”.
En la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996 se reafirma “el derecho de toda persona a tener acceso a alimentos sanos y nutritivos, en consonancia con el derecho a una alimentación apropiada y con el derecho fundamental de toda persona a no padecer hambre”.
Inclusive el Vaticano en 1996 publicó, El Hambre en el Mundo. Un reto para todos: El Desarrollo Solidario donde en su presentación expresan: “La muchedumbre de hambrientos, constituida por niños, mujeres, ancianos, emigrantes, prófugos y desocupados eleva hacia nosotros su grito de dolor. Nos imploran, esperando ser escuchados”.
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